El primer día en Estambul fue agotador. Por eso durante el segundo aprendimos a utilizar el transporte público.
Lo más importante es desayunar bien en el hotel, para coger fuerzas para todo el día. En primer lugar queríamos visitar
Santa Sofía (25TL) y luego la
Cisterna Basílica (10TL). Al pasar por delante del segundo lugar y ver que no había nadie en la cola decidimos cambiar el orden.
El sitio está un poco escondido, enfrente de Santa Sofía hay una plaza pequeña dónde está indicado con un cartel. La entrada esta justo detrás de esta plaza. A parte de la Cisterna Basílica, con más de 300 columnas, también está la Cisterna de las 1001 columnas. No os dejéis engañar por el nombre, la Cisterna Basílica es la más grande. A destacar las dos cabezas de medusa y si tienes suerte y no hay gente gritando puedes oír el salpicar del agua cuando cae desde el techo. También resulta interesante intentar hacer una foto de las columnas reflejadas en el agua justo en el instante en que cae una gota.
Al salir nos dirigimos a Santa Sofia y nos encontramos con bastante cola. Como los martes está cerrado el Palacio de Topkapi todo el mundo va a visitar Santa Sofia. Mientras sopesábamos hacer la cola, se nos acercó el amigo Mustafá, autoapodado Buenafuente. Nos informó que a partir de la una del mediodía no solía haber cola para entrar a Santa Sofía. Mientras tanto nos indicó los sitios que podíamos visitar. Después de una larga conversación nos invitó a pasar por su tienda,
el rincón de Fehmi. El tipo tiene tiendas por medio mundo y va por ferias de alfombras en Barcelona y otras ciudades. En la tienda tienen todo marcado en euros y no hace falta regatear. A nosotros nos fue muy bien ya que no nos gusta demasiado el ancestral arte del comercio.
Decidimos hacer caso a nuestro nuevo amigo y dejar la visita de Santa Sofía para la tarde. Nos dirigimos hacia el muelle de Eminönü para coger el ferry a Eyüp. Durante la época del
ramadán este ferry no está operativo ya que se congregan miles de personas en esa zona de la ciudad. No nos dimos por vencidos y fuimos a la parada de buses. Desde allí salen miles de ellos, después de preguntar nos subimos al 99. Queríamos ir al café de
Pierre Loti. Según habíamos leído en las guías y nos había dicho Mustafá, es un sitio privilegiado para deleitarse con las vistas del Cuerno de Oro.
La experiencia más auténtica que vivimos en Estambul fue al subir al bus. El calor insoportable, el sudor bajaba por nuestras frentes, nos estábamos deshidratando. De repente un señor le gritó algo en turco al conductor. Perplejo, le pregunté a mi novia, "¿qué estarán diciendo?". Ella, sin saber nada de turco respondió, "Que ponga el aire acondicionado". Después de algunos gritos entre el conductor y el hombre el primero se bajó del bus. El resto de pasajeros, enfadados, empezaron a abrir las ventanillas. Cuando el conductor volvió a subir, la discusión continuó. Varios pasajeros apoyaron al señor y también empezaron a pedir a gritos el aire acondicionado. Al final cedió y encendió el aire. El pueblo unido había vencido y fue gracioso ver cómo después de discutir acaloradamente con el conductor y conseguir el preciado aire acondicionado, se oían risitas de victoria entre los pasajeros (jiji chúpate esa deberían pensar).
Nos bajamos en la parada Teleferik, y cogimos dicho transporte para subir al café. Las vistas cumplieron nuestras expectativas. Esta visita la habíamos puesto como opcional en nuestro diario de viaje. Si volviésemos a hacer el plan, la pondríamos cómo indispensable. Eso sí, sólo merece la pena hacerlo con el día despejado.
Cerca de la parada del teleférico está la
Mezquita de Eyüp, la mezquita más auténtica (parece que este día iba a ser todo muy auténtico ya que estamos utilizando bastante este adjetivo) que visitamos. Apenas había turistas. No vimos mujeres turcas rezando dentro, ni tampoco una zona reservada para ellas al igual que habíamos observado en las demás mezquitas.
A continuación nuestra intención era llegar al centro de Sultanahmet para visitar Santa Sofia pero nos equivocamos al coger de nuevo el bus 99, ya que este no iba directo hacia allí. Nos dimos cuenta cuando vimos que cruzábamos el río por el puente de Atatürk. Tampoco nos iba mal ya que teníamos pendiente pasar a la parte de Beyoglü para ver la
Torre Gálata (12TL). Cerca del puente Gálata encontramos la parada del funicular llamada Tünel. Desde allí subimos hasta un poco más arriba de la torre. Bajamos caminando por las calles empinadas. Las vistas desde la torre son impresionantes. Hicimos fotos de toda la ciudad, desde las mezquitas de Sultanahmet hasta los rascacielos de la parte moderna.
Bajamos otra vez buscando un sitio dónde comer y al final encontramos un chiringuito dónde hacían kebabs. Por la tarde continuamos nuestra ruta hacia Santa Sofía. Durante el camino nos dimos un lujo con un helado. El heladero nos deleitó con sus malabarismos que hacen quedar al turista con cara de bobo, "nada por aquí, nada por allí, 7 liras para mi". Por fin tocaba visitar Santa Sofía, ahora sin colas. Debéis saber que no se trata de una mezquita cualquiera, en la actualidad es un museo, con lo cual para las mujeres no será necesario taparse. Nos sobrecogió la grandeza de semejante templo.
Es la única mezquita que permite acceder a su segundo piso, dónde hay algunos frescos con imágenes cristianas de gran valor. No hay que perderse las vistas de la Mezquita Azul desde las ventanas del piso superior.
Cómo ya estábamos harto satisfechos con lo mucho que nos había cundido la mañana y el día anterior decidimos pasar por el hotel a descansar un poco. De esta forma aflojábamos un poco el ritmo y cogíamos fuerzas con la intención de hacer un poco de vida nocturna por Estambul. Para ello, nos habían dicho que saliésemos por la parte nueva, por los alrededores de Istiklal Caddesi. Para llegar allí cogimos el tranvía hasta la parada de Kabatas y desde allí se coge un funicular que te deja en la plaza Taksim, justo donde empieza la calle que os nombrábamos anteriormente.
Es una zona muy turística, tanto que a las diez de la noche las tiendas de ropa siguen abiertas. Cenamos en
Zubeyir Ocakbasi. La comida estaba deliciosa y no nos pareció para nada caro, muy recomendable. Después de tomar algo llegaba el temido momento de regresar al hotel. Decimos temido porque la mayoría de turistas tememos ser estafados por algún taxista que dé más vueltas de lo común para llegar a la dirección indicada, más aún si estas en una ciudad dónde todos los coches conducen a toda leche y disfrutan regateando. La verdad es que no nos apetecía ponernos a negociar la vuelta, pero no quedaba otra, ya que estábamos muy lejos y el transporte estaba cerrado. Siguiendo las indicaciones que nos habían dado, cuando tuvimos intención de coger un taxi, preguntamos al taxista si tenía taxímetro (no es tan obvio a veces lo esconden). Nos dijo que sí y ya está, el tráfico a las 3 de la mañana era inexistente así que en unos 15 minutos llegamos a nuestro destino. Para ser tarifa nocturna nos pareció bien de precio 9 TL por llevarnos desde Istiklal Caddesi a Çermberlitas. Así finalizaba nuestro segundo día en Estambul, sanos y salvos, con un montón de sitios visitados y habiendo sobrevivido a la experiencia taxi.